miércoles, 30 de julio de 2008

¿QUÉ BOLSÓN QUEREMOS?

Reflexiones colectivas a raíz de la súbita demolición de La Vieja Bolsonesa

Como a muchos, desde el Colectivo de Planificación de El Bolsón, nos inquieta la falta de participación ciudadana en la construcción de las decisiones sobre las cosas públicas, entendiendo lo público como aquellos asuntos que hacen a la calidad de vida de todos los habitantes de un mismo territorio y que se construyen en la misma cotidianeidad compartida. En este sentido, también contemplamos atónitos cómo, una vez más, nuestros representantes políticos permitieron que los intereses privados actuaran impunemente por sobre los reclamos de un debate público, permanente y fructífero, sobre la proyección del espacio en el que vivimos, y que necesariamente pone en el centro de la escena lo que ya existe.

Como a la gran mayoría de los vecinos y vecinas de El Bolsón, la repentina demolición de La Vieja Bolsonesa nos dejó boquiabiertos contemplando cómo se derribaba una parte de la identidad bolsonera. Cayó La Vieja Bolsonesa y, sin siquiera poder rescatar carpinterías ni vidrios ni nada, se convierte en un ícono más, con profundísimo valor simbólico, de lo arrasador que puede ser el despliegue de las imposiciones.

¿Por qué la demolición de La Vieja Bolsonesa, un negocio privado, caló tan hondo en la susceptibilidad de la opinión pública? Desde el Colectivo entendemos que el Espacio Público es aquél que, con dueño o sin él, se construye en la vida misma, en las relaciones entre las personas que en él habitan, que por él circulan, que en él trascienden. Lo Público se crea en las relaciones, en el motivo de la unión, en la posibilidad de reinventarlo en cada encuentro. El concepto de “espacio público” trasciende lo meramente físico y jurídico, es aquél espacio que se constituye en hito de una identidad común, que alimenta la memoria colectiva que se actualiza en cada relato, refundando el presente que nos encuentra, construyendo un futuro imaginado que estimula el COMPARTIR. La Vieja Bolsonesa, edificio de tan larga data, fundante del proyecto original del casco urbano bolsonero, era una de sus principales exponentes.

Más allá de pertenecer su edificación a manos privadas –y eso, paradoja obliga, es responsabilidad del Estado que no dio lugar al pedido de sus propios dueños para convertirla en patrimonio histórico y cultural del lugar- La Vieja Bolsonesa era un símbolo que nos pertenecía a todos. Era la esquina que daba la bienvenida al Río Quemquemtreu, la que llevaba a Cabeza del Indio, al Río Azul, al Camping Los Alerces y a lo de Doña Rosa. No pertenecía sólo a sus dueños materiales, era de todos los bolsoneros que aún llamamos a las calles por las referencias edilicias únicas de este pueblo que se hace ciudad; y era también de los miles de visitantes, que encontraban en esa esquina una clara alusión a una historia particular de un lugar con identidad propia, aunque sea la primera vez que se lo recorre.

Vale mencionarlo, en el sondeo de opinión que llevamos a cabo durante la Fiesta del Lúpulo 2008, los edificios públicos y de carácter identitario de El Bolsón merecieron nada menos que el segundo lugar en la lista de lo que la gente quisiera PRESERVAR. Tal vez precisamente porque se trata de hitos urbanos que sostienen la identidad común por sobrela avanzada amenazante de edificios que procuran alienación, que refieren al instante individual y que ponen en permanente riesgo la creación y recreación del lazo social, del sentimiento de comunidad con los contemporáneos, los que nos antecedieron y los que van viniendo. El Casino, sin dudas, ha de ser su símbolo más paradigmático.

Aún así, no se trata tan sólo de nostálgicas reflexiones ni de enojados gritos contra “el progreso”. El tiempo rueda y nos va trayendo. Está en nosotros la posibilidad de que el fastidio se vuelva acción, que “el progreso” tenga el gesto que nosotros elijamos darle. Es verdad, nos lamentamos: el edificio de La Vieja Bolsonesa no puede ser reconstruido. Sin embargo, consideramos lección más atenta y madura en términos democráticos la de comprender que toda ausencia debe impulsar la memoria y el debate siempre irresuelto de los proyectos encontrados, de la identidad en constante movimiento, rescatada y amenazada en las luchas de poder de intereses contrapuestos: el debate sobre qué historia preservar, cómo hacerlo, en nombre de quién y para qué fin. Aún cuando La Vieja Bolsonesa nos haya sido arrancada de la vista, la ausencia ahora nos fuerza a buscar la memoria dentro de nosotros mismos –en nuestras acciones y motivos- en ese vacío. ¿Qué Bolsón representaba La Vieja Bolsonesa? ¿Qué nos gustaba, qué compartíamos y qué no de aquél proyecto de los primeros pobladores? ¿Qué queda, qué cambió, no sólo estructuras sino también costumbres, actividades, ritmos públicos? Las ausencias si son nombradas pueden trascender, y cada generación nueva encuentra su propio significado en ese pasado aparentemente ausente.

Porque “lo público” surge de la vivencia compartida y, por lo tanto, no puede nunca ser impuesto, sino que se construye en la decisión comunitaria de concebirlo como tal. La DECISIÓN COMUNITARIA, implica reflexión, proyección, análisis y evaluación de condiciones y recursos...y ACCIÓN. Consideramos un derecho que merece ser ejercido, asumir el rol que nos corresponde en el debate y la actividad sobre lo público. Educarnos unos a otros en la práctica de la participación, compartir las dudas y los saberes múltiples y comprometernos en la búsqueda de respuestas junto con otros y otras. Debatir de manera responsable, comprometida y democrática sobre ¿qué Bolsón queremos? y ¿qué queremos ser nosotros en este territorio? Así, reconocernos hoy, valorizando nuestro pasado y nuestro presente, se constituye una tarea primordial.

Proponemos este enfoque para abordar las problemáticas que atraviesa el espacio público de El Bolsón y sus alrededores, a través de la Planificación Participativa como herramienta de intervención. PARTICIPAR ES INFLUIR EN LOS PROCESOS DE TOMA DE DECISIONES SOBRE LO QUE ES DE TODOS. PARTICIPAR PARA DISTRIBUIR EQUITATIVAMENTE EL PODER, AUMENTAR EL CONTROL SOCIAL, AUMENTAR LA EFICIENCIA ORGANIZACIONAL Y MEJORAR SU DESEMPEÑO, Y DISTRIBUIR EQUITATIVAMENTE LOS BENEFICIOS. PARA ELLO HACE FALTA TRABAJAR EN LA CREACIÓN DE NUEVAS REGLAS DE JUEGO, que lleven a un mayor reconocimiento de los actores en la construcción de la agenda pública. Planificación participativa para no volver a sorprendernos tan tristemente con demoliciones identitarias que aún están a tiempo de evitarse.


Colectivo de Planificación Participativa de El Bolsón, julio 2008

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